The stuff Geppettoes are made of

De leer, que no componer sobre la marcha el discurso, un texto en la presentación de Papel Pinocho de Francis Quintana, éste.





La privilegiada voz de Francis Quintana, capaz de que suene bien hasta el difícil silencio, me hizo llegar una noche los poemas de estos libro en repetidos envíos de WhatsApp. Más tarde (scripta atque verba manent) leyeron mis ojos una versión casi definitiva de su libro, el que justifica estas líneas y sobre el que escribí unas palabras que se incluyen al principio del volumen que nos han regalado los jordis, los rafas y los albertos, palabras que se encuentran también aquí.



Me permitiré sólo, además de expresar mi admiración por la poesía de Francis y por estos poemas de la mitad de su camino, señalar una preocupación que no alcanzó a disipar, tal vez por venir dada en forma de enigma o acertijo. Note el selecto lector, o figúrese, que en lo que sigue "el poeta" será, por antonomasia, nuestro Francis. El poeta es, a veces, aquel que conoce porque sabe de lo débil de su atalaya, de la eternidad de las impresiones y las emociones fugaces. El poema puede estar cerrado en su forma, pero es siempre fragmentario, comienza por reconocer la imposibilidad de abrazarlo todo, de dar cuenta del hoy y, con ella, cuenta del mañana o del ayer. Por eso, el gran poder del poeta es la certera incertidumbre: piensen otros que su lanza y su escudo todo lo pueden. Pero no hay armas que todo lo puedan: o nos faltan, o les faltamos a ellas. Nos queda reconocernos en esa fuerza rotunda que sólo nos da el admitir nuestra estrecha finitud, paradójica única manera de abrazar el mundo, al menos los martes por la mañana. Ya decía alguien que:

We will grieve not, rather find
Strength in what remains behind;

o siquiera en lo que nunca hubo,  y así no pudo haberse perdido. El poeta es testigo de esta metafísica de los últimos códigos postales y vigilante último de lo que puede decirse. Aunque sin creérselo, claro. ¡Estaría bueno!

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