Cínico péndulo
El día 20 de diciembre de 2014, AD, a las 13:00, hora de Madrid el Dr. Alonso Maturana y quien firma este breve presentan el nuevo libro de Luis Martínez de Mingo, Pienso para perros, editado por Renacimiento en su colección Los cuatro vientos, sacado en Sevilla y datado en este mismo año.
Una cosa es presentar a Martínez de Mingo, narrador consolidado, poeta, ensayista, una fuerza de la naturaleza y un destilado del arte y de sus alcances, a quien debemos no pocas páginas memorables y diamantinas; y otra es hablar de este Pienso para perros, un diario cuyas entradas salpican a lo largo de 112 páginas efectivas un tiempo que imaginamos reciente y no exento de trous de ver y otros retruécanos.
Como de si cuatribarrado cronista (seguimos en esto al DRAE), habla el autor o habla tal vez el editor de "dietario" en la contraportada. Tenemos,en cualquier caso, en este volumen, no por exiguo menos interesante, el arte y la naturaleza del escritor, sus días medidos y cribados, según luego detallaremos. No dejaremos de celebrar los brillos y los hallazgos, podremos reposar en las páginas, serán los días más trabajosos, en que un ralentí escolástico se impone, reemprenderemos la más alegre de las escaladas nefelibatas a la mañana siguiente. Alternaremos el raro curso de su prosa con su endecasílabo abotonado y llamaremos pequeña selva a esta colección de flores recogidas no sabemos si en una bomba pneumática o en una botella de vino que nos espera en un puerto desolado,cámaras ceñidas al torso del héroe.
Quiero tan sólo hacer observar al lector de este sábado y de esta nota (que se quiere ad pedem, que no ad peditum) cómo ha encerrado el autor su empresa toda en el título, en ese "Pienso para perros, al tiempo oración completa y sintagma nominal, que dicen los ingenieros, edificado sobre la dilogía de su "pienso". Y quiero también refutarle a ese mismo y cada vez más impaciente lector esa observación que de la palabra llega a la sintaxis y nos suena tan anfibológica como las chapas en el frontón.
Porque pensar es pesar y medir, ya sea a la estima del ojo o del oído, ya sea a la romana como el tintero.Y por eso mismo el pensamiento nos cuelga y nos pesa, nos encorva y nos joroba. Mejor emblema suyo será siempre el jumento cuya cabeza oscila verticalmente a medias enterrada en el morral que lo será el afamado bronce de Rodin, a cuyo trasero en su certera edición tercera allá en Buenos Aires, pudimos ver una deposición que alguien adjuntó sin duda por completar la colección de emblemas que al raciocinio corresponden.
Pues bien, este pensamiento, el del morral ha sido cribado en la selección que nos encontramos, separados los lirios de los perejiles. Medir y ese medir en fanega que es cribar, eso es este libro y sus jornadas. Nada diremos del "para" ni de "perros", pues bastante cínicos somos. Hemos visto que poco separa el pensamiento de la diaria dosis que es el pienso. Al fin, alguno señalará que pienso en latín es pabulum, que es lo que administramos a nuestro Luis. Cómo no se lo íbamos a dar.
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