Raúl Eguizábal Maza: Sólo te lo diré una vez

El argumento ofrecido al público con motivo de la presentación de Sólo te lo diré una vez de Raúl Eguizábal Maza se acoge al esquema que adelantamos aquí para el presuroso y repetimos, en cambio, para el tardano.




Jordi Frías a los mandos


Antes de entrar  en la discusión, hemos de recordar que nuestro poeta (Logroño, 1955) es autor de una sólida obra lírica, abundante en títulos y extendida por décadas. Sostendré que sus poemas, aun recorriendo incesantes la variedad propia del género, son reconocibles para el lector fiel, hallan en no pocas ocasiones la clave de su funcionamiento en un cierre que los culmina y que revuelve el sentido de todo lo anterior. Son poemas que van a parar allí, a un final que reconstruye en la memoria cercana del lector los versos anteriores, la trayectoria de sus imágenes, el acúmulo de una peripecia solitaria o acompañada.

Esto es cierto de muchos poemas, aunque el recurso sea quizá más visibl en unas ocasiones que en otras. Quizà por ello, algunos tendamos a recordar cabalmente los poemas de REM, pero siempre dejando un recodo para una memoria que marcha un poco hacia atrás, y es que el buen verso es siempre retrogrado, en su ritmo y en su sentido. Más veces, me he referido a poemas suyos por sus últimos versos que por su título.

Pero en fin, vayamos al argumento o a su esquema. Si el lector consulta la información que sobre Raúl Eguizábal ofrece internet, se encontrará probablemente, y ello debido a su condición de Catedrático de la Universidad Complutense, y de autor de innúmeros trabajos de investigación en su territorio y en otros afines, con innúmeros títulos, trabajos y méritos y con un no demasiado sorprendente eclipse de su obra poética, que sin embargo una búsqueda ulterior en otros lugares dará a conocer al curioso navegante.

Para lo primero, vaya, simplemente el lector a esta página que aquí enlazo. Pues bien, hablaré de esta separación, disociación o acaso rara unión. ¿Tenemos aquí dos mundos, dos personas que se evitan cuidadosamente? ¿La academia frente al parnasillo de nuestros días? ¿Qué diantres tenemos? Digamos de paso que entre los campos de los que Eguizábal se ha ocupado -tanto histórica como analítica y críticamente, está el de la representación gráfica y las artes plásticas. Y añadamos que en no pocas de sus obras su verso se combina con la obra de dibujantes, grabadores o artistas cuyas contribuciones nunca parecen ser algo lateral en el volumen que los reúne, por más que los versos se sostengan ellos solos. Decimos esto porque es algo que parece contradecir esa disociación que, a primera vista, páginas como la de la UCM efectúan y porque en ella misma se consignan no pocos trabajos relacionados con este ámbito. Y si se nos dice que tal no es lugar propio para el recuento de ese apartado bibliográfico al que corresponde el tejuelo de "poesía" , simplemente estaremos reformulando el problema.




De todas las historias de la historia, la de la publicidad es la menos pregonada

Puestos a conjugar producción académica con producción literaria o, más estrictamente poética, podemos ensayar varias opciones, opciones que, aunque pretendamos plantear de modo extensional, nos llevarán sin duda y desde el principio, por caminos más bien intensionales. Mejor, las obras, cada una de ellas, no podrán considerarse en su entereza y habremos de considerar la conformación singular y mutua de las partes de unas y otras.

En cualquier caso, podríamos proponer la hipótesis de la separación absoluta, de intersección vacía para figurarlo al modo extensional, y que -el agudísimo lector lo habrá notado- aquí rechazamos y, por eso mismo, nos hemos embarcando en este trámite dialéctico. Podríamos imponer esquemas de reducción de una cosa a la otra, de inclusión propia podríamos decir; podríamos optar por sugerir una intersección no vacía, pero parcial, y podríamos marear la perdiz un poco más.

Pero aquí vamos a una identificación, una identificación que podría darse por inevitable si embebemos poesía y academia en un mismo género de cosas, lo que resultaría trivial y más vacío que la intersección vacía de la que hablábamos. Deberemos buscar la raíz de esa identificación en otro género, por así decir. Pongamos que en una esencia común que no se revele tan fácilmente; ahora bien, esa esencia común será doble, genérica -propia de todo autor si se quiere- y, por otro lado, individual, de Raúl, de este nuestro Raúl.



El libro de hoy, largo, lujoso e irónico

Pues bien, la esencia que buscamos es simplemente la común al científico y al poeta, al que investiga o construye el mundo -cada uno a su manera, a la manera sistemática del primero, o a la sistemática a su modo del poeta, cuyo sistema es interno, más centrado en la especificidad sintáctica de la obra misma que lo que pudiera estar cualquier otro discurso o cualquier otro tratado.



Premio Rafael Alberti, pero no hay que tirar ni el vino ni el pan

Cuál sea el momento individual de esta identificación, de qué modo el autor de El vino derramado o de este Solo te lo diré una vez, ahí no entraremos porque se hace tarde y ya hemos hablado demasiado.

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