Rótulo involuto

 Nunca sé si he publicado ya mis inéditos. Y así que los publico dos veces. Raros inéditos. Inéditos inéditos. Lo que sigue es el texto que escribí para una interesante  iniciativa de David Rittel, que se propuso reunir en un libro varios rótulos del comercio logroñés. A mí me tocó este:




SUR





  NORTE








Y escribí esto:


Intentus coelo

Al lado norte y al lado sur, generalmente legibles en contrapicado a favor de su tipografía para pedimentos, como relincho en escorzo o isósceles casorio lapita; ignorados, a conciencia relegados al scherzo cerámico del arquitecto. No encontramos la marcial trajana, con su contundencia elegante como de legiones en orden cerrado sobre los tablones de un maquetista o en un diorama. Aquí, entre las orlas acostadas, el rótulo nos dibuja una simetría paradójica que proclama su alfabético baricentro donde esperaríamos a un dios justo o el mismísimo omphalós del mundo mundial, en esta ocasión como anuncio de una casquería.

El azulejo da letra a la arquitectura, aunque raro será el mercader que repare en la leyenda que ya conoce. Habrá también quien notifique la tentación greca del abecedario triangulado: una asociación que patrocinan los frontones en oxímoron. Así, el escaso peralte del marco se contrastará con la esquinada tipografía, afilada pero no tanto como se nos antoja al liberar los vértices iguales del Este y del Oeste.

Pero ese marco tiene el suyo propio, un edificio que nos suena a basílica ecléctica o tal vez sincrética, más conceptista que culterana, y ya dijimos que nadie leerá el título, elevado en el centro de estrechas calles, sobre dos pequeñas puertas, nada que ver con la del frente y con la trasera; no negaremos que algún cliente preferirá la discreción venial del portillo, el acceso in medias res, bajo la presidencia de nuestro rótulo. Imaginemos su rigidez enrollada en un volumen alejandrino: una cánula más y más aguzada, y más que el frontón obtusángulo. La letra en la sangre entra. Y conste que la perspectiva callejera y peatona algo nos lo ha de ensanchar, como los cansados arcos superciliares de nuestro familiar Cristo  de Mantegna.

Así es la paradoja de los rótulos que nadie ve, elevados para la mirada del último vecino y ahora para la del dron retrofuturo, campeón de los nuevos folklores; la paradoja sin pestañear de los rótulos que no están donde pudieran facilitar su lectura redundante: “como sabéis, esto es el mercado". Pero el ocioso paseante, si avisado o advertido, les habrá reservado igualmente ocioso una mirada que le confirme que, mientras no llegue el expoliador, allí siguen.

 

Pedro Santana Martínez, Logroño, 18 de mayo de 2015.


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