Muchos años después

Y el acostumbrado artículo en La Rioja sobre el Curso de verano de filosofía.





Aquí en formato granuloso:


Curso de verano de filosofía de la Universidad de La Rioja:
El estado del bienestar
Pedro Santana Martínez
PTU del Departamento de Filologías Modernas de la Universidad de La Rioja
Director del Curso

Será esta edición del curso de verano de filosofía la décimo sexta. En este 2019, al igual que en el mes de julio de 2004, en Santo Domingo de la Calzada, apoyados en el ya veterano y triple acuerdo del Ayuntamiento de la ciudad, de la Fundación Gustavo Bueno y de la Universidad de la Rioja, desde la mañana del día 15 hasta la tarde del 19, profesores y alumnos se reunirán para enseñar y aprender.
No son pocas dieciséis ediciones celebradas sin interrupción, acogidas a un esquema de probada eficacia, más formal en las clases de la mañana, abierto a todo el público en las de tarde. Como siempre, el curso se centrará en un tema que a más de uno le parecerá mundano: el estado del bienestar, la fórmula verbal y lo que nombra. Ciertamente es asunto mundano –en el mejor sentido–, pero precisamente lo académico se nutre de lo mundano, de asuntos como este, que más que estar en el mundo, construyen el mundo en que vivimos y así a nadie pueden ser ajenos.
Es pertinente constatar que este centrarse en un tema ancla el curso en la realidad, evita que la filosofía se mueva entre sus nubes particulares o en la mera erudición doxográfica, pero que tal cosa se hace precisamente desde una filosofía sistemática. No se le ocultará al lector que estos cursos de filosofía parten de la iniciativa del filósofo Gustavo Bueno y su materialismo filosófico.
Algo que puede resultar sorprendente es que dominios que acaso parecerían de carácter técnico o disciplinario sean objeto de la atención de la filosofía. A nadie extrañará que expertos en un campo, economistas, politólogos, gestores, médicos o educadores en su caso… se reúnan para discutir del estado del bienestar, de sus perspectivas o de sus límites, de su coste y de su gestión. De hecho, una parte importante de las sesiones del curso, que alcanzan un total de catorce de lunes a viernes, se dedican a esas cuestiones inexcusables.
Se diría, en cambio, que la disciplina filosófica deberá justificarse cuando se dispusiera a tratar de una materia tan de actualidad, con especialistas reconocidos, algunos muy populares, habituales en los medios de comunicación, ya sea desde posiciones “favorables” o “contrarias”. Quizá se conceda que para el historiador sea legítimo reclamar una parcela en este ámbito, pues todo –a fin de cuentas– tiene su historia y la del estado del bienestar tiene capítulos que sorprenderán a más de uno, tal vez se permita al lingüista o al lexicógrafo rastrear el origen del término, en su uso actual o con otros divergentes, pero sigue quedando la filosofía. ¿Qué tendrían los filósofos que decir?
Hay que aclarar, en primer lugar, que sin las aportaciones científicas, técnicas, disciplinarias, quedaría sin papel alguno la filosofía. No podría acercarse a una realidad con una supuesta mirada inocente como si antes no se hubiera dicho nada de la misma. Del mismo modo, los intereses de la filosofía los aporta la historia, o los aportan las sociedades humanas que los construyen y desarrollan. Por eso, la filosofía no puede reducirse a unos capítulos académicos fijados desde unos tiempos aurorales y magníficos. Y, también, como corolario de todo esto y volviendo a la fórmula de Terencio que ya asomó más arriba, nada le puede ser ajeno a la filosofía.
El estado del bienestar en su sentido actual aparece en el contexto de los estados modernos capitalistas y la sintaxis del término ya apunta al compromiso del estado con la satisfacción de las necesidades de los individuos. Cuáles sean estas necesidades no es negocio baladí; es más bien plenamente histórico y depende de múltiples condicionamientos. Que el estado del bienestar sea un formato de la sociedad política con una funcionalidad que se antoja necesaria en la dialéctica interna y externa de los estados, o que sea instrumental en el funcionamiento de una sociedad capitalista, son otras cuestiones que dejan ver las implicaciones profundas, tan reales y, si se quiere, tan poco académicas de todo este asunto.
Ahora bien, todas estas consideraciones señalan que el estudio del estado del bienestar no se agota con el tratamiento disciplinario, categorial, de una ciencia o de otra. Las ideas, que no son los conceptos de las ciencias, piden que exista una disciplina que las trate. Ahí es justamente donde aparece la filosofía, cuando los saberes y los haceres entran en mutuo conflicto, orlados además por las ideologías o las contradicciones entre grupos y estados. Para eso está este curso.

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