Preámbulo

Sigue un artículo que escribí el 13 noviembre de 2018 a propósito de algunos delirios del PSOE riojano. No publicado inmediatamente, la retirada de las posiciones mantenidas por ese partido hizo que el artículo perdiera eso que se da en llamar interés periodístico.


Teoría de preámbulos



Ya tenemos nuestra tormenta, como siempre imperfecta, a costa de la euskaldunización de La Rioja, a la que el PSOE regional facilitaría la entrada con sus enmiendas a la reforma del Estatuto de autonomía. Tras las críticas, y es admirable la velocidad olímpica con se han dado, se ha producido la réplica, no menos rauda, de los socialistas riojanos. Raúl Díaz, miembro del Parlamento riojano, habría afirmado y el editor de la web socialista habría editado lo que sigue, según copio y pego de tal fuente en la mañana del día 13 de noviembre:

 “Conscientes de la pugna que se está intentando introducir en España con una patrimonialización de las lenguas”, el Grupo Socialista hemos entendido que, “ya que tenemos en La Rioja un Patrimonio de la Humanidad, como son los Monasterios de San Millán”, lugar en el que aparecen por primera vez, en armoniosa compañía, las primeras frases escritas en vascuence y las más antiguas expresiones del todavía balbuciente español, “tenemos que convertirnos en referente de este encuentro, de esa unión y de ese abrazo entre españoles que no queremos patrimonializar las lenguas para echárnoslas a la cara y que queremos que La Rioja sea lugar de encuentro y convivencia de todas las lenguas”[…]

Así, mientras unos ven o dicen ver al lobo y sus orejas, los socialistas se defienden, concordancia vizcaína incluida, y señalan que el sentido de sus enmiendas responde a algo llamado interés cultural e histórico, protestan igualmente que en absoluto se trata de imponer o de obligar a hablar vasco. Por otro lado, se han recordado con alguna pertinencia antecedentes de colaboración institucional entre el País Vasco y La Rioja a propósito de las Glosas Emilianenses y temas de esa índole. Pues bien, a mí peor que la sospecha –con serlo de algo indeseable y absurdo– y que lo sospechado, me parece la aclaración que ha venido después y aquello que sí se ha corroborado hasta –se diría– con alegría y con orgullo.
Es este que nos toca un curioso tiempo en que, según el más inatento espectador comprueba, los estatutos y las constituciones exhiben dosis elevadas de lirismo (y de falsedad y aun de enunciados que ni siquiera son falsos) en una parte de los mismos que ha adquirido, creemos, antes desconocida importancia, la parte de los preámbulos y los preliminares. Repase el lector avisado la Constitución Política del Estado de Bolivia, fácilmente consultable en Internet, o tan sólo sus primeras páginas, como prototipo de todos los demás textos de cuyo callado alumbramiento estamos siendo testigos. Imposible es resistirse al arranque de la misma:

En tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra amazonia, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y flores. Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros diferentes, y comprendimos desde entonces la pluralidad vigente de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas. Así conformamos nuestros pueblos, y jamás comprendimos el racismo hasta que lo sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia.

O, si quiere, no se vaya tan lejos y lea la prosa autonómica prêt-à-porter de las últimas temporadas. Hemos oído frecuentemente también que las afirmaciones preambulares carecen de eficacia jurídica (desde luego, a juzgar por lo visto, eficacia geológica no tienen ninguna), doctrina que no es compartida por todos y asunto cuya discusión habremos de dejar a voces autorizadas, si bien resulta sorprendente lo extraño de semejante tesis en lo que hace a la economía del lenguaje. No obstante, por lo que hace a nuestro estatuto y a sus enmiendas, el diario La Rioja informa de que las isoglosas eusquéricas alcanzan al Título IV de aquel, con lo que la cuestión de la eficacia adquiere un indisimulable aire bizantino.

Lo significativo no es siquiera que los partidos se dediquen a lo que suelen, a colar unas normas dentro del texto de otras o a descubrir conspiraciones donde sólo se las espera. Lo que cifra el carácter de estos tiempos es este crecimiento de los preámbulos y los títulos preliminares con una efusión, se diría que incontrolada, de buenos sentimientos y amor universal, todo con el caramelo de un lenguaje de arrope y fresa y gerundios, como en las enmiendas al mencionado Título IV: “prestando [la investigación científica y técnica] especial atención a la lengua castellana y al euskera por ser originarias de La Rioja y constituir parte esencial de su acervo cultural”.
Ahora bien, si nos referimos a esta iniciativa socialista o a tantas otras análogas, ¿no deberíamos decir que carece de toda relevancia legislativa que en esta región se haya producido tal o cual supuestamente feliz circunstancia histórica? Pues si esta efectivamente se ha dado, ya estará entonces actuando como determinante de lo que pueda históricamente determinar, sin necesidad de recordatorios ni de adornos. Y, en cualquier caso, ¿qué valdrían semejante cosas? ¿Nos deberían otros rendir respetos por los dudosos y edénicos méritos que algunos adjudican al siglo de Ramiro Garcés de Viguera, o seríamos tan débiles como para considerarnos superiores por nuestros fantasmagóricos y, al parecer, tan propios y exclusivos orígenes y no, en cambio, inferiores por nuestras escasas obras? Adviértase, de paso, que esos otros que postulamos junto con los no menos arbitrarios nosotros constituimos sujeto político de más fuste, sujeto que no excluye que sus partes estén condenadas a enfrentarse y a entenderse de acuerdo con unas reglas y usos pactados o soportados, que no otra cosa es una sociedad política.

Y de admitirse que en un preámbulo o al comienzo de un texto legal de alcance político, puede hablarse de cualquier cosa, hasta de ficciones históricas inadmisibles en un examen de Secundaria, nos quedaría tragar con la cursilería, principal recurso estético de la política de nuestros días y, me temo, de la izquierda con especial ahínco. Qué podemos hacer con la “armoniosa compañía”, con “el lugar de encuentro y convivencia de todas las lenguas”, o con el “balbuciente español”, tolerables quizá décadas atrás y que ahora son fósiles o más bien zombies lingüísticos que no saben que, sobre estar muertos, sólo denotan la plataforma desde la que se habla, una Jauja de paseantes que fungen de amigos de la humanidad en general.

Y es que a esa filiación estética le corresponde una ética, la de lo sensiblero, que no consiste sino en la disociación total de las cuestiones éticas de la razón, y de la razón política en particular. Si a la estética que se mueve en torno al kitsch, le conviene la acumulación y la aceptación indiscriminada de motivos y elementos del más variopinto e indiscriminado origen, a su satélite lo cursi le correspondería que estos fueran de una suavidad inhabitual y roma. De igual modo, la ética que le acompaña es la del alma bella, la que habla y no actúa, la que acabará siempre ofendida por la realidad, la que es la negación de la política, pero que se compadece bien con la propensión a la insignificancia. Es difícil pensar en algo que un político deba evitar con mayor cuidado, al menos si no quiere que la política de la que se cree protagonista sea la de otros, que es lo que ocurre cuando no se tiene nada serio que ofrecer, cuando se habla de todo porque no se sabe de qué hay que hablar, ni qué hay que hacer.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Entrevista con Gustavo Bueno 1987

Al día siguiente del fallecimiento de Gustavo Bueno: solicitado por el diario La Rioja