O Ecclesiae, o Mieres
Mañana se presenta Memoria última de Roberto Iglesias Hevia.
Y eso será a las 13 horas. Jonás Sainz me ha pedido que le adelantara algo de lo que pudiera decir a propósito y le he remitido las líneas que aparecen a continuación:
La lectura de este libro de Roberto, Memoria última, me ha llevado a sus libros anteriores, me ha mantenido en este tiempo de otoños y de frutos, pero también me ha devuelto a otros tiempos, quizá ya lejanos aunque nunca perdidos. Con la excepción de Quincetos, que había releído este verano, he de decir que aparte de esos versos que bailan siempre en la memoria cuando les dejamos bailar, no había vuelto a los primeros libros de Roberto desde hacía ya bastante.
Me estoy refiriendo a una experiencia personal de estos últimos días, una experiencia de lector que reúne los poemas recientes y aquellos primeros, una que nos descubre tenues, pero robustas, conexiones entre la dicción juvenil y la serena y estoica que acoge la madurez del poeta, que descubre ángulos imprevistos y luces inesperadas y que nos acredita el signo del verdadero poeta.
Y este signo no es otro que la constatación irrefutable de que el poeta, el poeta que lo es de sustancia, de razón y de coraje, es siempre otro y el mismo, que perdura y persevera en su ser, pero que también siempre está renovándose, convirtiéndose en un otro paradójico que nos descubre como lectores mejores que aquel lector que fuimos, capaces de distinguir retórica y esencia, educados hasta cuando la olvidamos por una voz inagotable, por unos versos que, como decía aquel y aunque sean blancos, cada vez riman mejor.
Roberto merece mucho más que esto o que el poema que le dediqué no hace mucho. Hace más tiempo le dediqué otro* para la historia universal de más valen jamones. Me gusta más mi poema (el suyo, el que me dedicó) en sus Quincetos.
Añadido del 25 de febrero de 2019: Y otro más.
* Y me sigo equivocando de piso al ir a casa de Roberto.
https://amounttonothing.blogspot.com
Y eso será a las 13 horas. Jonás Sainz me ha pedido que le adelantara algo de lo que pudiera decir a propósito y le he remitido las líneas que aparecen a continuación:
La lectura de este libro de Roberto, Memoria última, me ha llevado a sus libros anteriores, me ha mantenido en este tiempo de otoños y de frutos, pero también me ha devuelto a otros tiempos, quizá ya lejanos aunque nunca perdidos. Con la excepción de Quincetos, que había releído este verano, he de decir que aparte de esos versos que bailan siempre en la memoria cuando les dejamos bailar, no había vuelto a los primeros libros de Roberto desde hacía ya bastante.
Me estoy refiriendo a una experiencia personal de estos últimos días, una experiencia de lector que reúne los poemas recientes y aquellos primeros, una que nos descubre tenues, pero robustas, conexiones entre la dicción juvenil y la serena y estoica que acoge la madurez del poeta, que descubre ángulos imprevistos y luces inesperadas y que nos acredita el signo del verdadero poeta.
Y este signo no es otro que la constatación irrefutable de que el poeta, el poeta que lo es de sustancia, de razón y de coraje, es siempre otro y el mismo, que perdura y persevera en su ser, pero que también siempre está renovándose, convirtiéndose en un otro paradójico que nos descubre como lectores mejores que aquel lector que fuimos, capaces de distinguir retórica y esencia, educados hasta cuando la olvidamos por una voz inagotable, por unos versos que, como decía aquel y aunque sean blancos, cada vez riman mejor.
Roberto merece mucho más que esto o que el poema que le dediqué no hace mucho. Hace más tiempo le dediqué otro* para la historia universal de más valen jamones. Me gusta más mi poema (el suyo, el que me dedicó) en sus Quincetos.
Añadido del 25 de febrero de 2019: Y otro más.
* Y me sigo equivocando de piso al ir a casa de Roberto.
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