cursus binariorum digitorum
El siguiente es un artículo publicado en el diario La Rioja el día 21 de julio de 2015.
La Filosofía de Gustavo Bueno en Santo Domingo:
sobre el curso de verano de filosofía de la UR
Pedro Santana
Martínez
Desde 2004 todos
los julios, y con éste sumarán ya doce, en Santo Domingo de la Calzada se ha
venido impartiendo el que, en un exceso de imprecisión genérica, se da en
llamar Curso de Filosofía de Santo
Domingo, o Curso de Verano de
Filosofía de la UR en Santo Domingo. Y, en efecto, se trata de un curso,
con clases, profesores y alumnos, hasta con un director, y es también el caso
que el verano cae en julio por estas latitudes. Lo de "Filosofía" resulta, en cambio, en exceso
genérico y engañoso porque filosofías hay muchas y éste del que tratamos es un
curso que estudia, critica y destroza con los instrumentos que son propios del
filósofo todo lo que halla a su paso y lo hace desde una posición bien
definida, la del materialismo filosófico de Gustavo Bueno.
Suponemos
informado al lector de que el autor de Ensayos
materialistas y de Teoría del Cierre
Categorial, de una obra sistemática y poderosa, es natural de Santo
Domingo. No se le ocultará tampoco que su relación con la ciudad facilitó, a
través del pertinente convenio entre el Ayuntamiento, la Universidad de La
Rioja y la Fundación Gustavo Bueno, la institución y mantenimiento de los cursos.
Sí que
convendría, en cambio –puede exigir el mismo informado lector–, intentar
desentrañar a qué género académico, más allá del apuntado denominador del
solsticio, pertenecen estos cursos de verano de que tanto se habla, tarea que si
al autor le sobrepasa, también habría de rebosar estas líneas que le han sido
concedidas. Porque hay cursos de verano, de invierno y de entretiempo, másteres
y grados, cursos y cursillos y seminarios, una multiplicación faunística. Sin
embargo, en su experiencia académica, quien suscribe ha podido distinguir en el
segmento veraniego entre cursos que son para especialistas y cursos dirigidos,
más o menos –aunque esto no se diga casi nunca–, a un borroso público general
e indeterminado. Sucede con la filosofía, que no con la historia de la
filosofía o con otras especialidades académicas, que es filosofía precisamente
porque nadie es ajeno a la misma, y así ésta no puede pretender reclutar
oyentes de un solo gremio. Y sucede también que no puede admitir un público,
como decimos, borroso o indeterminado, porque los que oyen –y también hablan– quedan
bien determinados pues son justamente ciudadanos.
Al no atrevernos con el género, deberemos al menos
decir algo del formato. Durante todos estos años, hemos repetido una fórmula
que todavía no hemos considerado suficientemente inadecuada. Durante los cinco
días del curso, de lunes a viernes, dedicamos la mañana a clases para los
alumnos matriculados, que deben asistir obligatoriamente, y la tarde a
conferencias para ellos mismos y para todos aquellos que quieran y puedan
asistir, algo en la que el lector no debe ver una reproducción de la distinción
entre esotérico y exotérico propia del Liceo. Sí que puede y debe, y lo hará
con provecho, visitar las oportunas webs
donde hallará puntual noticia del programa y de cuya dirección en internet aquí
le haremos gracia fiados a la eficacia de Google.
A lo largo de
estos años, ha habido cursos dedicados a la televisión y a la ciencia, a la
música y al deporte, a la ciudad y a la educación. Tampoco deberá el cuidadoso
lector recordar aquí necesariamente el aviso de Parménides al joven Sócrates.
No, desde luego, en esta edición en que dos grandes ideas, Hombre y Cosmos, dan
título al curso.
Tampoco deberá,
el a estas alturas muy esforzado lector, dejarse llevar por un argumento de
difícil desarrollo dramático, aunque la historia nos ofrezca algunos casos
ejemplares. La ciudad nunca espera a los filósofos. A la ciudad llegan famosamente
más bien los sofistas, aun los tan grandes como Protágoras. Al filósofo,
viajero o residente, le corresponde más bien frenar las pretensiones de
aquellos, que a lo largo de los tiempos bien han sabido vestirse de nuevos
ropajes, pretensiones en las que con tanta frecuencia nos complacemos el común
de los mortales.
Comentarios
Publicar un comentario